La primera hipótesis de esta investigación es que al funcionamiento regular del Servicio
Penitenciario Federal se le superpuso de modo efectivo el accionar de las Fuerzas
Armadas durante la etapa de centralización de los presos políticos en penales de máxima
seguridad, a partir de fines del año 1975. Esto significa que esta línea disruptiva se
inscribió en el desarrollo de las estructuras, agentes, normas y reglamentos que
organizaban a la institución desde antaño. La segunda hipótesis, íntimamente relacionada con la anterior, es que el proceso de modernización acorde con el desarrollo tecnocrático planificador que tomó el Estado
nacional a partir del golpe de 1966, incluyó el desarrollo de la especialización del sistema
penitenciario el cual se fue ajustando a una estrategia al servicio de un ideario
antisubversivo. Esto determinó que la modernización fuera compatible con la utilización
de la violencia. En el marco de esta estrategia, pero ya en el período de la última dictadura
militar, las cárceles fueron la cara visible y manifiesta de la represión en un juego entre lo
que se "debía" ocultar y lo que se "podía" visibilizar. La tercera hipótesis que formulamos es que, en términos institucionales, tanto el
sistema penitenciario como el poder militar operaron "de hecho" con una dimensión de
género como parte de su tecnología disciplinadora. Sostenemos que las presas políticas
fueron especialmente sancionadas por no haber sido "correctas madres ni esposas" y por
no haber respetado las atribuciones de género prescriptas socialmente para ellas. A la vez,
afirmamos que las técnicas de desubjetivación política tuvieron al género como el
principal organizador. La cuarta y última hipótesis que enunciamos es que las presas y los presos
políticos reinterpretaron también en clave de género las órdenes, reglamentos y
disposiciones carcelarios.
Fil: D'Antonio, Débora Carina. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras.