Fil: Chartier, Roger. Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales; Francia.
“Tiempos
de
incertidumbre”,
“crisis
epistemológica”,
“momento
crítico”:
éstos
son
los
diagnósticos,
por
lo
general
preocupados,
que
se
han
estilado
estos
últimos
años
sobre
la
historia.
Basta recordar
dos
afirmaciones
que
abrieron
el
camino
a
una
larga
reflexión
colectiva. Por
un lado,
aquélla
propuesta
por
el
editorial
del
número
de
marzo-abril
de
1988
de
los
Annales
que
expresaba:
“Hoy,
los
tiempos
parecen
llenos
de
incertidumbre.
La
reclasificación
de
las
disciplinas
transforma
el
paisaje
científico,
vuelve
a
cuestionar
las
preeminencias
establecidas,
afecta
las
vías
tradicionales
por
las
cuales
circulaba
la
innovación.
Los
paradigmas
dominantes,
que
se
buscaron
en
los
marxismos
o
en
los
estructuralismos
así
como
en
los
usos
confiados
de
la
cuantificación, pierden
sus
capacidades
estructurantes
[...]
La
historia,
que había
establecido
una
buena
parte
de
su
dinamismo
en
una
ambición
federativa,
no
se
ha
salvado
de esta crisis
general
de
las
ciencias
sociales”.
Segunda
constatación, totalmente
diferente
en
sus
razones
pero similar
en
sus
conclusiones:
la
apuntada
por
David
Harlan
en
1989
en
un
artículo
en la
American
Historical
Review
que suscitó
una discusión
que
todavía continúa:
“El
retorno
de
la
literatura ha
sumido
a
los
estudios históricos
en
una
extendida
crisis
epistemológica. Ha cuestionado
nuestra creencia
en
un
pasado inmóvil
y
determinable,
ha
comprometido
la
posibilidad
de
la
representación
histórica
y
ha
socavado
nuestra habilidad
para
ubicarnos
a
nosotros
mismos
en
el
tiempo”.