Abstract:
El teatro de improvisación irrumpió en los escenarios porteños a mediados de la década del 80, años en los cuales la ciudadanía argentina estaba reaprendiendo a internalizar los mecanismos democráticos. Esta nueva práctica escénica se caracterizó por la emulación de las competencias deportivas y por la demanda de una integración activa por parte de la instancia espectatorial. Teatro que no enarbola ningún tipo de tesis social, fue prontamente signado de lúdico, pero apolítico. El objetivo de este artículo es cuestionar tal aseveración y demostrar sus matrices de politicidad toda vez que, entendemos, sus propios procedimientos se erigen como un virtual espejo de la práctica democrática.