Anochece, las aguas del Bósforo reflejan un brillante centellear de
luces y colores, algarabía inusitada resuena en los aires, la ciudad toda
del Cuerno de Oro vibra de contento, 14 de agosto de 1261. Constantinopla, “capital del Imperio Bizantino”, tal el motivo de esta alegría:
los griegos han recuperado, después de cincuenta y siete años de dominación extranjera, la ciudad de Constantino, “el Acrópolis del Universo”
y Miguel VIII, Miguel Ducas Angel Comneno Paleólogo, hace su entrada triunfal. Ábrese de par en par la Puerta de Oro; el devoto emperador
se apea y en respetuosa procesión, acompañado por la familia real y los
grandes, llega a Santa Sofía, guiado por la imagen milagrosa de María
la Conductora?. Nuevamente, merced a la intercesión divina, un basileo
griego rige los destinos del imperio, poniendo fin de este modo al detestado gobierno de los latinos. Y en medio de este universal regocijo el
pueblo parece haber olvidado todos los males y ultrajes padecidos; mas
las ruinas de Constantinopla se yerguen como silenciosos testigos de
ese sufrir.
Fil: Formisano, Lilia Myriam. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Antigua y Medieval “José Luis Romero”; Argentina.