Al entrar ahora en la tercera parte de nuestro trabajo, se imponen algunas condideraciones
que sirvan, al mismo tiempo, de recapitulación y síntesis de lo hasta aquí expresado. Dijimos,
más arriba, que al caracterizar la cosmo-antropología del Humanismo había que proceder con
cierta cautela para no incurrir en los consabidos lugares comunes que durante largo tiempo inhibieron una correcta aproximación al problema. El afán, presente en casi toda la historiografía tradicional en torno al argumento, por subrayar la originalidad de las concepciones antropológicas del Humanismo había llevado a descuidar lo que
en ella había de mera reiteración de viejas nociones procedentes de la antiquísima de tradición mediterránea. En nuestro ya largo camino hemos tratado de enhebrar prolijamente las notas
convergentes de un saber que, al desembocar en los tratadistas de los siglos XV y XVI, adquirió un perfil maduro y casl definitivo. El equívoco descansó, como ya tuvimos ocasión de señalar, en pretender, por un lado,
afirmar la originalidad de la antropología humanística respecto de la configurada en siglos anteriores, y por el otro,
en poner el acento de la novedad en la concepción mierocósmica.
Fil: Castellán, Ángel A.. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Antigua y Medieval “José Luis Romero”; Argentina.