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Entre
las
numerosas
obras
del
franciscano
Juan
Gil de
Zamora
que escribió
en
esta
ciudad
a
fines
del
siglo XIII
merece
especial
atención
el
Dictaminis
Epithalamium
o
Arte
de
Escribir?
dedicado
a
cuantos
han
hecho
de
la
predicación
y
la
enseñanza
su
modo
de
vida.
En
esta
obra ofrece Juan
Gil
un
completo manual,
con
enseñanzas
todavía
válidas, para
el
escritor
de
cartas
al
que
se
ilustra
desde
el
comienzo
-las
palabras-
hasta
el
final
-la
carta
acabada
y
lista
para
ser
enviada-,
según
puede
verse
por
el
índice
de
la
obra,
dividida
en
seis
partes
o
capítulos
de
los
que
los
cuatro
primeros
están
dedicados
a
las
palabras,
tanto
si
éstas
son
de
alabanza
(1 y
2)
como
de
vituperio
(3
y
4);
la
división
en
dos partes
de
alabanzas
y
críticas
se
justifica
porque
primero
se
ofrece una visión
general
de
las
palabras
que han
de
emplearse
y
después
se
especifican
los términos más apropiados
para referirse
a
quien practica
determinadas
virtudes
o
a
quien
es
siervo
de
vicios
concretos.
En
el
apartado general
de
palabras
laudatorias
se
distinguen
las
referidas
a
la
forma
de
ser
y
a
la
manera
de
actuar,
las
que sirven para describir la actuación de príncipes y reyes y las apropiadas para dirigirse
a los prelados; y entre las virtudes que “tienen” sus propias palabras figuran las de
caridad, sencillez, paciencia, pobreza, paz, obediencia, vergüenza, fortaleza, sabiduría,
doctrina, solicitud, misericordia, desprecio del mundo, oración y contemplación. Los
vicios parecen ser del dominio exclusivo de los clérigos y la parte general incluye tres
arengas a los prelados: sobre la forma de actuar, la reforma de las costumbres y sobre
la adulación y los aduladores; los vicios que se combaten son los practicados por
aduladores, borrachos, ociosos, negociantes, malos ricos, envidiosos, soberbios,
golosos, avaros, detractores, traidores, duros de corazón y clérigos cazadores. |
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