Fil: García Moreno, Luis Agustín. Universidad de Alcalá de Henares; España.
Hacia 1250 un monje del monasterio de Arlanza ultimaba una de las grandes
muestras de la épica castellana: El Poema de Fernán González. En aquellos momentos
el poema quería ser un canto al predominio de lo castellano en la reunificada
Monarquía castellano-leonesa, que vivía su momento de máximo esplendor. Pues
bien, antes de hablar de la historia del famoso conde, conseguidor de la independencia
castellana frente a la decadente Monarquía leonesa, y como una introducción
historicista para mejor comprender el surgimiento de la nación castellana, nuestro
poeta antepuso una larga introducción en la que evocaba el establecimiento del Reino
visigodo en las Españas, su destrucción por la islámica invasión y los primeros
tiempos de la Reconquista. Como una muy sui generis forma de asentar su
independencia de la tradicional Historiografía asturleonesa del ciclo de Alfonso II
-que era situada en un pedestal por el anticastellano y recalcitrante asturiano que fue
el obispo D.Pelayo de Oviedo- nuestro anónimo y erudito clérigo describió los últimos
momentos de la Monarquía goda de forma diversa, lanzando todo el peso de la culpa
sobre el licencioso rey Rodrigo, elogiando a su antecesor Vitiza y pasando sobre
ascuas sobre la supuesta traición de los hijos de éste en el momento culminante de
la invasión!'. Para lo que ciertamente el monje de Arlanza bebió de las mismas fuentes arábigas, sudeñas y provitizanas, de las que por aquellos años se hacía también eco
el erudito, aunque falsario, D.Lucas de Tuy. Ciertamente que el de Arlanza no era el
primer historiador de estas tierras que se basaba en fuentes arábigas para historiar los
últimos y novelados días del Reino toledano. Ya más de un siglo y medio antes el
anónimo monje autor de la llamada Historia Silense había hecho otro tanto, al tiempo
que había entroncado familiarmente a la dinastía alfonsina con los más grandes reyes
visigodos, como Leovigildo y Suintila.