Si nos imaginamos, en la naturaleza, ausente el hombre
que piensa, si concebimos en este modo las cosas exentas
de la posibilidad de ser "conocidas" por ningún linaje de conciencia o reflexión, si esto suponemos y al tiempo mismo
pensamos en la verdad, nos acudirá al instante la idea de
que en la tierra y en todo lugar imaginable donde
así estuvieren las cosas sin relación alguna con un yo conocedor, no existirían tampoco lo verdadero o lo falso;
siendo imposible la aparición de pensamientos, ausente todo ser pensante, no podría haber ideas verdaderas o erróneas.
Todo se reduciría a una serie de cosas existentes, no divisibles
en falsas y verdaderas. El error como el conocimiento
derivan del hombre consciente.
Resulta evidente que la idea de verdad se abstrae del
hecho de que suponemos la existencia de cosas conocidas y
constatadas por nuestra inteligencia consciente y de cosas
desconocidas o erróneamente apreciadas.
Fil. Leumann, Carlos Alberto. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras.