Abstract:
Se hace recuento, válido como muestreo, de hechos violentos registrados en la Historia de Tucídides, y se observa que para el historiador la violencia no es práctica exclusiva de un pueblo o de una ciudad o de un partido o de una persona, sino que se trata de un flagelo general e intemporal. Pero frente a esta generalidad, al menos el ideal de democracia planteado por el discurso de Pericles, que supone los conceptos de isonomía, isegoría e isocracia, aun cuando se aplique con la figura de lo que podríamos llamar 'aristagogós', es decir, de un líder óptimamente dotado, propio de una postura mesurada como la que -creemos- sustenta Tucídides, sí ese ideal no cae en la corrupción de la arbitrariedad, si respeta tanto interna como externamente la dignidad humana, la justicia y la tolerancia, y lograr un verdadero compromiso social, se constituye en el sistema político que, por sus mismos principios, más fácilmente puede garantizar el fin de la violencia. Frente a la oligarquía, que por su principio clasista y discriminatorio contiene en sí misma gérmenes de violencia, e incluso frente a la monarquía (o a la tiranía), que corre siempre el riesgo de la arbitrariedad y el autoritarismo, violencias que son fuentes también de otras violencias, en medio del pesimismo general de Tucídides, queda la luz de una posible plena aplicación de un sistema respetuoso, igualitario en derechos y posibilidades, que, al menos teóricamente, no conllevaría esos gérmenes de resurgente violencia.